Piñera se sustenta en el apoyo de las FF.AA. y Carabineros, y en la práctica, no existe oposición política. Buena parte del Congreso y los supuestos partidos de oposición (PS-PR-PPD-DC) aprueban sin chistar y a ojos cerrados todos los proyectos del Gobierno.
Mario Vargas Llosa fue quien definió los 70 años de hegemonía del PRI en México como el modelo de una dictadura. Para todos los efectos, México era un gobierno democrático: había elecciones cada cierto tiempo y la gente participaba de ellos. Lo que no se decía es que no había oposición política y que había un férreo control militar y policial sobre la población civil, prueba de ello es la Masacre de Tlatelolco en 1968, donde aún no se sabe la cifra exacta de jóvenes asesinados por ese “gobierno democrático”. Algo parecido podríamos decir del actual gobierno chileno: Piñera se sustenta en el apoyo que le dan las fuerzas armadas y carabineros, y, en la práctica, no existe una oposición política. Buena parte del Congreso y los supuestos partidos de oposición (PS-PR-PPD-DC) aprueban sin chistar y a ojos cerrados todos los proyectos que les envía el Ejecutivo. Es lo que ocurrió con la votación para extender el Estado de Excepción y el toque de queda hasta el 30 de junio, y, sin embargo, la ciudadanía está convocada a participar en las elecciones del 11 de abril. Es decir, vivimos en un remedo de democracia, en una burda parodia.
La Madrugada del 15 de noviembre de 2019, el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera y la «oposición» de la ex-concertación más el Frente Amplio, pactaron un «acuerdo de paz». Ese mismo día, el gobierno siguió con la violenta represión de la policía, las mutilaciones, los heridos, detenidos y torturados. Dejando en claro que ese acuerdo de paz, solo era para salvar al mismo Sebastián Piñera y nada ni nadie más que sólo a él.
Las razones para extender el toque de queda serían sanitarias, pues como dijo el “vocero” Enrique Paris, es para “prevenir un rebrote del covid”, sin embargo, ese rebrote ya existe y se debió justamente al permiso que otorgó esa misma autoridad “para salir a veranear”. Y para que los “honorables diputados” sacaran pronto la votación, el ministro secretario de la Presidencia, Juan Carlos Ossa SantaCruz, amenazó con cortar las exiguas ayudas sociales dadas por el gobierno, como el IFE, el Bono Covid, Crianza Protegida, etc, pues todas esas medidas estarían sujetas al Famoso Estado de Excepción. De ese modo, de los 150 diputados, solo 42 se opusieron a ese vil chantaje.
Y mientras el retiro de la estatua de Baquedano se convierte en un “tema-país”, las fuerzas represivas ingresan a sectores populares (Villa Francia, La Legua, etc), para amedrentar a la población, y continuar con la “Guerra imaginaria” que solo existe en la cabeza del desquiciado de Sebastián Piñera. Vemos cómo los dirigentes de la ex concertación se ponen creativos para barajar opciones que reemplacen a Manuel Baquedano en la Plaza Dignidad, pero guardan un cómodo silencio a la hora de pronunciarse sobre la violencia estatal. Ni Paula Narváez ni Heraldo Muñoz, los paladines de la “izquierda democrática” han dicho nada para intentar detener las ansias de venganza de los milicos y de “Su Excelencia”, lo que se puede interpretar como que quizás ellos actuarían de una forma similar de estar en el lugar de Sebastián Piñera.
Como señalábamos al comienzo, para que una dictadura sea perfecta no solo requiere de un gobierno represor, también de una falta de oposición, y es lo que vemos actualmente en el país. Una patética genuflexión de la ex concertación a favor de todos los dictámenes que se le ocurren a Piñera. Así, sucede la paradoja que el presidente con el mayor rechazo de la historia cuenta con un fuerte respaldo no solo de los militares, sino que del Partido del Orden, de los seudo-progresistas.